Nach´in (gada)

No sé ustedes, liberales y heroicos patriotas, pero en lo que a mí toca, ¡fallé miserablemente! El monumento al 150 aniversario de la Emancipación Política de Campeche no es la representación de una engrapadora, una alusión a la supremacía del chile xcatic sobre el queso de bola y menos un homenaje a la Madre desconocida (y esta madre ¿qué?). Deduzco lo anterior, o eso creo, de lo declarado en los últimos días a varios medios locales por el distinguido cuanto excelso cuanto celebrado arquitecto Luis Arriaga, diseñador de la obra, y por el no menos célebre José Guadalupe Buenfil Burgos, director general de la Coordinación Estatal de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural. Según el primero, la cosa va más o menos así:

-Esa bola, dijo, en mi concepción es Campeche y las columnas los 11 municipios, y la aguja, es el despliegue de la entidad hacia un futuro promisorio que va hacia lo máximo.

Ante tanta erudición, sin importar que me tomen como portavoz de la ignorancia o como aspirante a director del Instituto de Cultura (nunca lo mismo), sólo exclamé: ¡ta que lo parió!

Entrevistado aparte, el Arq. José Guadalupe Buenfil Burgos coincidió en todo con Arriaga, fenómeno atribuible a que: a) los arquitectos siempre tienen bolas y agujas en la cabeza; b) la clase que nos gobierna tiene una visión cercada, intramuros, de la geografía estatal y muy larga del desarrollo; y c) por tanto, no era difícil que el arquitecto Pepe Lupe, que forma parte de la clase gobernante, relacionara bola y aguja con Campeche y su desarrollo.

Pero si el distinguido cuanto excelso cuanto celebrado arquitecto Arriaga se la prolongó cuanto quiso, sin pudor ni medida, más lejos llegó don Pepe Lupe, que alcanzó alturas insospechadas en su disertación acerca de la aguja: “El nombre de este elemento arquitectónico es “Nach´in”, que en maya significa al infinito. Es una manera de expresar que el Estado está hacia adelante, con todo ánimo al frente, levantándose y orientado al Norte”. ¿Por qué al norte? Eso no lo dijo, pero no me desagrada la idea de que un día de estos Campeche amanezca instalado entre Coahuila y Nuevo León, mudanza que puede sonar descabellada pero no tanto como la leyenda del complejo industrial del Camino Real.

No paró ahí el asunto. Para demostrar que la voz del pueblo es la voz de ¿quién?, don Pepe Lupe pulverizó las críticas que dicho monumento ha recibido de amplios sectores de la sociedad campechana con un argumento que debe escucharse de rodillas, como si lo dijera ¿quién?: “La arquitectura es una de las bellas artes, por lo que el diseño puede gustar a unos y a otros no. Pero es arte, y no se nos debe olvidar. Por eso respeto a los que no les parece bien”. Amplios sectores: dense con una aguja, bola o columna en el pecho para agradecer a ¿quién? que don Pepe concibe el arte como una inyección de tolerancia, que si no, ¡se las raja!

Ahora bien, ya don Pepe Lupe había dado su interpretación y toda la cosa, pero como lo políticamente correcto era defender la tesis de la obra de arte que cada quien aprecia de acuerdo con su muy leal entender, se las arregló para dar no uno sino tres nombres para la construcción, a saber: “sarcófago, ataúd o cofre”.

¿Sarcófago o ataúd un monumento que supuestamente celebra los 150 años de Emancipación política? De nueva cuenta: ¡ta que lo parió! Lo de cofre es menos difícil de razonar: inconcebiblemente, la obra costó 13 millones de pesos, 3 millones más de lo programado. Imagínense cuántos piratas salieron bien fondeados de esta aventura arquitectónica.

Por último, para documentar nuestro pesimismo, les presento dos frases que entre tantos despropósitos brillan con luz propia: la primera es del maestro Octavio Paz que, citada por don Pepe Lupe, adquiere connotaciones temerarias: “La arquitectura es el testigo insobornable”. La segunda, del distinguido cuanto excelso cuanto celebrado arquitecto Luis Arriaga: “Mi idea principal fue hacer un monumento digno de Campeche”. En ambos casos, me da miedo que tengan razón.

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