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Mostrando entradas de diciembre, 2016

EmPeñados: amor con deuda se paga

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Estudios recientes demuestran que cuando Alito dice que Peña Nieto es amigo de Campeche es porque fumó sargazo adulterado. La realidad es que el Gavioto nos ha tratado con el mismo sadismo con el que mastica el inglés. Pero también es cierto que los alucines de Alito no están fuera de la bacinica, que su cercanía con el Primer Idiota de la Nación existe, es innegable; pero aquí tambien, si nos preguntamos qué tan benéfica ha sido para nosotros la intimidad entre el copete y el selfielítico, me parece que el resultado sigue siendo angustioso. Peña Nieto ha sido especialmente cruel con Campeche. Este año nos quitó casi 700 millones de pesos y para el próximo nos arrebatará mil millones de pesos más del presupuesto. Mil 700 millones de puñaladas traperas contra una entidad que no tiene más horizonte económico que la burocracia equivale a una tragedia bíblica, pero tristemente no ha sido la única. En 2016 fuimos la entidad más afectada por los recortes al gasto federal en e

Lo que vienen siendo los idiotas

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Hace algunos años, en uno de esos lapsus pendejus que con la edad se hacen frecuentes, me estacioné en una de las abundantes líneas amarillas que intoxican la capital y me gané una multa bien puesta. Ni para dónde hacerse. Para acabarla de jodere, cuando descubrí la boleta en el parabrisas tuve un pasón bélico y aventé la boleta al mismo lugar donde desaparecieron las obras monumentales de Alito con el presupuesto mi3rdero que le regaló su amigo Peña Nieto; luego me fui y olvidé el asunto. Tiempo después, al ir por una nueva tarjeta de circulación, emergió desde las profundidades del sistema informático esa multa más recargos y otros pecados de lesa vialidad, y venga para acá ese profanador de banquetas sagradas.  Aclaro una cosa: pagué feliz de la vida porque descubrí que la policía ya contaba con una base de datos cibernética, que ya no era aquella recua uniformada que portaba toletes de Xbacab, armas precortesianas y que, sin la bendición de leer y escribir, calcaban placas

Campeche: la modernidad viaja en Tsuru

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Con el caso Uber quemándole las manos por la irracionalidad del gremio de taxistas que amenazaba con una guerra civil, el gobierno yucateco decidió legislar sobre el tema y desatar lo anudado de una vez por todas, y lo hizo bien. De esa manera estableció las condiciones para la entrada de los “ubertos” y para la competencia leal, en piso parejo, en la que los usuarios sean quienes decidan qué transporte quieren usar; a fin de cuentas, ellos pagan. Fue así, chitos, como Uber entró en Mérida y lo que son las cosas: la violencia de los primeros días desapareció y el escenario apocalíptico con el que amenazó el FUTV se redujo a nada: el mundo no fue destruido por taxistas enardecidos armados con cumbias de destrucción masiva, trozos de peluche nuclear y el traca traca infernal de una carrocería que ya no recuerda su último romance con la amortiguación. Fue tan fácil. Usando el sentido común, Rolando Zapata impulsó una ley que acomodó a sus gobernados en esta etapa trimilenaria