Caín y Abel

El martes 12 de febrero don Antonio González Curi regresó a las andadas mediáticas, esta vez en Telesur. Entrevistado por mi amigo Tomás Zapata, el ex preciso disertó aquella noche de cuanta cosa se le atravesó por la mollera: de John Lennon y Bob Dylan, de Vasconcelos y la Nueva Grandeza, del discurso anterior al 2 de julio del 2000 cuando aseguró que sacaría a patadas a Fox y que, dijo, jamás pronunció; y de otras cuestiones rete bien bonitas pero inofensivas, que en boca de una personalidad del calibre de don Antonio, convirtieron aquello en algo peor que una entrevista “ligth”: una entrevista innecesaria.


Durante su sexenio de gloria, González Curi fue sota, caballo y rey de Campeche y pobre de quien se atreviera a disputarle reflectores. Pero a cuatro años y medio de colgar la guayabera y la Nueva Grandeza, se niega a respetar la distancia que él mismo exigió a sus antecesores. Tal vez su afán protagónico sea más fuerte que los dictados de la sensatez; tal vez cree que sus apariciones fortalecen las ambiciones políticas de su hermano o tal vez (hay tanta perversidad en la política), ya sabe de los numerosos damnificados de su gobierno que esperan la oportunidad de cobrarse afrentas y está escenificando la adaptación de un pasaje bíblico: aquel donde Caín mata a Abel con una quijada de Víctor Méndez.

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