Peregrinación inútil




Hubo un tiempo en que los hombres se apoyaban en los astros para señalar los ciclos de la naturaleza; hoy día algunas peregrinaciones son igual de exactas para organizar el calendario, como la de los habitantes de Presidentes de México por las dependencias gubernamentales, que anuncia el inicio de las lluvias.

Desde su edificación, ese fraccionamiento es un catálogo de las consecuencias que arroja la mezquindad y la corrupción del gobierno y sus socios constructores. Tres gotas de lluvia son traducidas por el sistema de drenaje como un diluvio bíblico, y continuamente brotan del subsuelo cantidades globales de mierda y sus derivados, homenaje preciso al nombre de ese infierno: Presidentes de México.

¿Quiénes son los responsables?

En la versión electrónica de Tabasco Hoy podemos leer una nota publicada el 28 de agosto de 2007, en la que el Lic. Humberto Gaspar Pantí May, asesor jurídico de los vecinos de ese lugar, declaró lo siguiente.

“Carrillo Zavala, ahora más que nunca, debe explicarle a toda la sociedad campechana, a la que gobernó de 1985 al 2001, qué beneficios recibió la CTM y él en lo particular, con la compra venta de los terrenos donde se edificaron las casas de Presidentes de México y por una constructora, Shalom, de la que se dice él –el ex mandatario estatal- es el dueño verdadero y por otra –constructora- de la que aparece como presidente del Consejo de Administración el secretario de Turismo del Gobierno del Estado (Jorge Luis González Curi) y, como socio, el propio mandatario estatal actuales (sic).”

Es conmovedora la fe con la que los damnificados celebran anualmente sus protestas, pero mucho me temo que nada resultará de ellas. Los culpables son lotería pasada en la administración pública, donde dejaron una estela de damnificados directamente proporcional a su actual riqueza, y ahora se amparan en la otra bendición que les regala el Sistema: impunidad para disfrutar sin sobresaltos lo amasado en sus años de servidores públicos.

Y la nueva hornada que administra los destinos de Campeche poco o nada tuvo que ver con el fraude; ellos están abonando a su futura tranquilidad fabricando sus propias víctimas.

Pero no todo está perdido, si los agraviados cambiaran la ruta de las peregrinaciones y sus métodos dejaran de lado la civilidad, quizá podrían conseguir, si no la satisfacción de sus demandas, cada vez más lejana, sí la tranquilidad espiritual que trae la venganza.

Un paseito por las casas de sus perjudicadores, unas cuantas cubetitas de aquello que brota del subsuelo del fraccionamiento y les despedaza las narices y enferma a sus hijos, un arsenal de groserías de buen calibre, unas pancartas con leyendas que digan las dos o tres verdades que los medios callan por dinero, y un puñado de piedras lanzadas con puntería de sicario pueden obrar en los damnificados el milagro de encontrar la paz interior. Después de eso, qué importa lo que suceda en Presidentes de México si los vecinos vivirán en su propio Himalaya.

Habrá quien diga que este tipo de reclamos violan la Ley. Una pregunta, ¿y qué carajo fue lo que hicieron los constructores de ese fraccionamiento?

También de cabronería se canta cuando de civilidad no se puede.


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