Qué suerte tiene Pozos




Lo digo por dos muy poderosas razones.

La primera. Desde el inicio de su campaña fue notorio que Pozos no quería debatir. No podía. Por un lado, no tiene la sal en la mollera para arriesgarse a un ejercicio como ese; por el otro, su carrera como político y funcionario está marcada por el enriquecimiento escandaloso, cuyo origen no puede ser otro que la cleptomanía. En suma, para Pozos debatir significaba una catástrofe bíblica pero las circunstancias jugaron a su favor.

El delegado del IFE, tan lejano de los preceptos democráticos por los que debe velar ese organismo y tan cercano a la generosidad del Cuarto Piso, esgrimió toda suerte de insensateces legaloides y crónicas marcianas para impedir el debate entre candidatos a legisladores federales que propusieron Lavalle y Layda. La terquedad del delegado fue la salvación para Pozos, a quien no le alcanzarán los días de su vida para agradecérselo, pero dejó en claro que las sospechas de parcialidad del IFE son más que fundadas.

Además del IFE, Pozos tuvo de su lado el cerebro pasteurizado de Peña Nieto y su dependencia casi física del teleprompter, lo que obligó al CEN del PRI a protegerlo de sus limitaciones para la improvisación y el forcejeo argumentativo. Para que esa estrategia no fuera tomada como la prueba del diminuto coeficiente intelectual del candidato a la Presidencia sino como una política partidista, instruyeron a sus candidatos en todo el país para que rechazaran sistemáticamente los debates. Peña Nieto asistió a los que organizó el IFE porque no quedó más remedio.

En Campeche esa estrategia fue llevada al extremo. Roberto Sarmiento visitó las televisoras locales (menos a una) para entregar cantidades pluviales de dinero a cambio de convertirlas en cómplices de la cruzada priista. Como les consta a todos ustedes, la orden fue cumplida letra por letra.

La consecuencia de todo lo anterior fue que Pozos se salió con la suya y evadió debatir con Layda, que iba a destrozarlo con la experiencia que ha ganado en las 60 veces que ha sido legisladora.

Entramos ahora en la segunda poderosa razón que ha beneficiado a Pozos, la kafkiana.

Todos saben que el gobernador quiere que Pozos lo suceda en el cargo, por eso lo colocó en Sedesore y lo puso a regalar zapatitos, libretitas y mochilitas rete bien solidarias, además de que lo placeó por toda la entidad para no dejar dudas de por dónde va la cosa; y cuando sintió que ya era tiempo, lo hizo candidato al Senado para que las tareas legislativas terminaran de sancocharlo.

Una vez que ungió candidato a Pozos, el gobernador abrió la cartera. Nunca en mi perra vida había visto a un aspirante al Senado derrochar tanto dinero en propaganda. Para donde uno voltee encuentra mantas o espectaculares del Chespirito metrosexual, algunas veces acompañado de alguien que se apellida Rosas, según me dijeron.

Pero algo salió mal. Si después del desempeño de Pozos como secretario de Desarrollo Social y del dispendio insultante en su promoción como candidato se esperaban entre 12 y 15 puntos de diferencia sobre Lavalle, los resultados de las encuestas fueron una descarga eléctrica en las gónadas: hace mes y medio la ventaja eran raquíticos 4 puntos; hoy apenas son 2. Paradójicamente, esa triste delantera es la garantía de que Pozos ganará la contienda. Me explico:

Los Mouriño, patrocinadores de Lavalle, creían que la distancia entre su candidato y el priista era inmensa, de ahí que la señora Mouriño aceptara ser suplente de Lavallito y el apoyo que le brindaron de inicio. Se trataba de acercar a Lavalle lo más posible para asegurar su arribo al Senado como primera minoría.

Pero un buen día les llegó la encuesta de los 4 puntos y cambió la jugada. Fue el propio Carlos Mouriño el encargado de decirle a Lavalle que ya no contara con su patrocinio, porque el hecho de que estuviera tan cerca de Pozos y con posibilidades de ganar la elección representaba que su compañera de fórmula, Nelly Márquez, también ingresaría al Senado, y eso jamás, nunca, never.

Nelly Márquez no.

Desde entonces Lavalle no ha recibido siquiera unos pinchurrientos vales de gasolina para su campaña, y como van las cosas, tampoco tendrá cómo defender el voto del “mapacheo” priista que se anuncia en grande y con todo el dinero del mundo para la jornada del primero de julio. Que de algo sirvan los más de mil 200 millones de pesos de deuda pública que ha acumulado el régimen solidario de Fernando Ortega en apenas dos años y medio de gestión.

Vaya por dios: el fracaso de la candidatura de Pozos unido al odio gallego contra Nelly Márquez son el pasaporte del primero al Senado. Justo cuando pensaba que lo había visto todo, me salen con esto. Qué barbaridad.

Besitos.


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