Fiesta de un precandidato en subasta





Hecelchakán. Sábado 23 de agosto. El alcalde Sleme Lavadores se consintió en grande y con recursos propios, que no del erario (but of course), arrejuntó a cinco mil personas de todo Campeche a la celebración de su cumpleaños en la "Chiripa".

El lugar estaba imposible, un dato: la vereda de más de un kilómetro de entrada a la hacienda era un inmenso estacionamiento donde no cabía ni un Matiz, y adentro no cabía ni una Top Model.

Hubo de todo y en cantidades asombrosas: comida, trago, jarana, batucada. Las garotas vistieron huipil y bailaron la cabeza de cochino a ritmo de samba.  El fin de fiesta fue una capeada en la que Alito Moreno, “jugándose el pellejo”, tanteó una vaquilla con arrojo y mucho arte, dicen.

Definitivo. La precandidatura es el estado ideal de Alito. Un espectáculo.

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Es sorprendente cómo la abundancia se ensaña con los alcaldes. Por ejemplo el de Hecelchakán. Antes de tomar protesta tenía empeñados varios bienes con un agiotista de Champotón por algo así como 5 millones de pesos. Ahora se da el lujo de armar una fiesta gigantesca para celebrarse y celebrar a su amigo del alma e impulsor político, Alito Moreno. ¿Qué son 500 mil pesos, tal vez un millón, para quien ve el erario como patrimonio personal?

Se me ocurre una pregunta: ¿Es ético organizar una fiesta de estas dimensiones cuando todos saben sus apuros económicos antes de llegar al cargo y cuando el municipio está destrozado? Me respondo: en la mitología griega Ética es una isla cercana a Escrúpulos, cuyo equivalente en México es la moral, el árbol que da moras y sirve para una chingada, según el filósofo Gonzalo N. Santos.

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En la víspera de la fiesta, el secretario de Gobierno Roberto Sarmiento llamó por teléfono a cada uno de los cinco alcaldes fieles a Alejandro Moreno para ordenarles que no fueran a Hecelchakán. Nadie le hizo caso.

Es más, mi alcalde José Luis Arjona envió a su ayuntamiento en carros particulares para que no se notara el acarreo (combustible cortesía de los champotoneros), e hizo su entrada triunfal en helicóptero. Tal vez lo que le faltó a Sarmiento fue amagar a los alcaldes con una auditoría a sus administraciones, cuyas finanzas están más turbias que la libido del padre Maciel, y en el caso de Arjona, si persistía en la terquedad de largarse al Camino Real, entonces amenazarlo con un examen de papiloma. Con eso tenía para no festejar ni el 14 de febrero.

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El estado ideal de Alito es la precandidatura, les decía, todo un espectáculo; y en esta ocasión, además del glamour, la fiesta en Hecelchakán fue un montaje muy bien pensado.

A Moreno Cárdenas ya deben haberle informado que no será el candidato del PRI al gobierno de Campeche, pero tiene que negociar su caída y, antes, encarecerla. Así que con dinero de los súbditos de Sleme y de los champotoneros se pagó una celebración para exhibir músculo político. Un genio: ha socializado los gastos de su precampaña pero privatizará las ganancias cuando le paguen por sentarse, y le pagarán muy bien. En política lo que se compra con dinero siempre es barato.

Los que me causan un poco de risa son los contingentes de a pie que siguen a Alito y a otros, esos que no conocen las perversidades de la política, sólo los impulsos de la ilusión.  Ellos no entrarán en la transacción, son ganado electoral, y una vez que en el PRI realicen los pases mágicos y vayan ustedes a saber qué pendejada saquen del sombrero, se quedarán en el limbo, traicionados y rumiando sus rencores. ¿Podrán meterles en la cabeza otro nombre y otro delirio? Con uno de ellos me encontré al día siguiente de la fiesta y me presumió el “hecelchakanazo”, las virtudes de Alito como torero y el nombre de la vaquilla: “Purushita”. ¿Podrán convencerlo de apoyar a otro si ve en Moreno Cárdenas la síntesis entre el Redentor y Manolete?

En la misma sintonía están los seguidores de Pozos. Si una de las reglas del Presidencialismo es que gobernador no impone sucesor, ellos se escudan en el Purux con una fe tan conmovedora como risible, tanto por las restricciones de un mandatario local frente al regreso del jurásico político mexicano, como por las pruebas fehacientes de que don Fernando Ortega es, desde hace tiempo, el equivalente a nada. El mismo que advirtió que no lo cucaran porque era un tigre, hoy permite que le acomoden su apodo a una vaquilla de charlotada. Ya quiere irse.

Entre el paso cansino y la voz monocorde de Pozos y las extravagancias de Alito, la polarización política en Campeche se ha tornado insoportable, señal de que la operación cicatriz será lenta y tortuosa como una neurocirugía. De mi parte, con el cariño de siempre, les deseo que la intervención quirúrgica la realicen en alguna clínica del IMSS.

Besitos.

Tantán.

Besitos o mentadas a:
Twitter: @Bestiometro

Correo: mvillarinoa@hotmail.com

Publicado en el diario Por Esto! el lunes primero de septiembre de 2014.


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