La sucesión oculta







Durante mucho tiempo, el hoy senador Raúl Pozos buscó el cobijo de la familia más poderosa de Campeche en términos mediáticos, los Arceo, y lo consiguió por vía de uno de sus amigos, cercano al imperio, que lo metió con mucho esfuerzo en ese grupo cerrado y hasta cierto punto paranoico. Fue un proceso plagado de humillaciones que el priista soportó a pie firme gracias a su largo entrenamiento partidista, y que se describe a la perfección en la siguiente historia: los Arceo planearon con sus amigos una excursión a Las Vegas, Pozos lo supo por voz de su infiltrado y viajó para encontrárselos con la pretensión de que los amos de la aldea se tragaran la píldora de la causalidad y creyeran que de los 365 días del año, 24 horas del día y 154,481 hoteles que hay en la ciudad del pecado, la Providencia los había citado el mismo día y a la misma hora en el lobby del mismo hotel. Se rieron larga y cruelmente de él, de su estupidez y de su necesidad, pero a la larga a los Arceo les agradó su disposición para lamer la yunta y lo aceptaron como protegido.


De ahí en adelante, Tribuna y Telemar pusieron su carrera bajo su cuidado con un esmero digno de mejor causa. Tanto que como secretario de Desarrollo Social, Pozos dividía tres chicles solidarios entre 1,500 jodidos de alguna comunidad y el conglomerado divulgaba la historia de la lucha contra la pobreza y el triunfo definitivo del progreso y la felicidad.

El romance terminó el 2 de julio de 2012. En Telemar organizaron un programa posterior a las elecciones en que desfilarían los políticos aliados del clan en tanto llegaban los primeros resultados; uno de esos personajes, el candidato a senador Raúl Pozos. No sé si por orden de Fernando Ortega o por propia inspiración, aquel decidió traicionar a los Arceo y asistir a Telesur que pertenece a los Castillo, la familia adversaria, a esperar tres largas horas hasta que lo entrevistó mi amigo Tomás Zapata. La sublevación de un hombre cuya única virtud ha sido creer que la disciplina consiste en humillarse fue una señal de que los tiempos y el orden de los factores de poder en el pueblo estaban cambiando.

A partir de aquella puñalada trapera, Pozos desapareció del Tribuna y Telemar y los Arceo se consagraron a construir la leyenda del hoy diputado federal Alejandro Moreno Cárdenas, Alito el milagroso, que con un roce de sus dedos convierte a sus alcaldes en multimillonarios y a los ciegos en vouyeristas.


Los Castillo comenzaron su travesía en los medios a principios de la década pasada con Telesur, que sigue siendo su carta fuerte. Lo hicieron de forma inteligente: golpeando a Antonio González Curi en los últimos estertores de su sexenio para dar la impresión de independencia crítica, un poco de oxígeno entre la asfixiante verdad oficial repetida en todos lados, y lanzar una advertencia al siguiente gobernador de lo que le esperaba si no negociaba en buenos términos. Además se adhirieron al panismo, sobre todo al representado por los Mouriño, transformándose en su vocería. Ambos movimientos les resultaron perfectos y el vulgo coronó la maniobra bautizando a la televisora Teleazul.

Luego completaron su oferta con el Expreso y ahora La Opinión, periódico gratuito según la mitología. Desde ahí promueven el proyecto de Fernando Ortega llamado Grupo Listerine cuyos integrantes son Ana Martha, Renato y Pozos, los enemigos mortales de la (h)alitosis. 


No deja de ser irónico que los Castillo, que en el 2009 apoyaron al oceanográfico Mario Ávila al grado de falsear encuestas para presentarlo como seguro ganador, hoy trabajen para el gobierno solidario que con tanta obstinación trataron de impedir. Como dijo Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella no salvo mi chayo”. Pero por esa capacidad de adaptación no sólo le hacen la competencia a la expriista, experredista, exfoxista, exconvergente, hoy Morena y escultural, Layda Sansores, sino que son ya un referente y tal vez los sucesores de los Arceo.


Y es que en la próxima selección del candidato del PRI a gobernador estará en juego también el señorío de la comunicación en Campeche, y aquí no hay misterio. Fernando Ortega tuvo que someterse muchas veces al imperio para proteger su ascenso al poder, y está cobrándose los agravios. Siendo justos, el derrocamiento de los Arceo no lo inició él sino el propio Tribuna, por su parcialidad y la tediosa campaña contra Salomón Azar, pero Purux la está culminando magistralmente con un poco de sentido común y una buena dosis de perversión política.

De hecho, el nombramiento en dos ocasiones de Juan Fernando Estrada obedece a una estrategia bien definida: darle confianza a los Arceo ubicando a un leal amigo suyo en la Dirección de Comunicación Social mientras que Roberto Sarmiento, desde su Secretaría, es quien realmente se entiende con la prensa y alimenta a los Castillo para combatir las ambiciones del lado oscuro de la Fuerza, personificadas en Alito.

Lo curioso es que para los liberales y heroicos patriotas esta lucha no representa ninguna esperanza de apertura informativa. Lo que se dirime en las profundidades de este canal de aguas negras es qué familia negociará de frente con el poder y quién lo hará con una rodilla en el suelo y la cabeza inclinada, porque a fin de cuentas en los dos lados el gobernador seguirá siendo intocable, como Purux y todos los que en Campeche han sido, y la verdad que prevalecerá en primeras planas, noticieros y programas de debate será la verdad oficial.

Besitos y tantán.

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