El perrito ladrador de Alito




Sobre la amenaza de muerte que muy amablemente me hizo llegar ayer mi alcalde José Luis Arjona (a) “El perrito” a través de su hermano, debo aclarar algunas cosas.

Los pitbull son la prueba de que perro que ladra no muerde. Ellos no ladran, José Luis Arjona sí. Pero más allá de la naturaleza canina y escandalosa de mi alcalde, considero necesario dejar constancia de la locura que sufre desde que llegó al poder. La amenaza de muerte en mi contra no es la única prueba de su enfermedad: es practica común contra los que se atreven a criticar los muchos errores de su administración (por llamarle de algún modo). 

La ecuación es simple: José Luis Arjona considera que es su derecho divino ejercer el poder para fungir como delincuente del fuero común, comportarse de forma irresponsable y grosera, fomentar su lujuria enfermiza y problemas alcohólicos, y a cambio los ciudadanos tenemos derecho a guardar silencio y soportarlo hasta las últimas consecuencias. Cualquier queja es considerada blasfemia y debe ser castigada. No me parece.

Comprendo los problemas de conducta del alcalde, a fin de cuentas proviene de un hogar destruido por la ignorancia, el adulterio y el alcohol. El resultado, ahora, es que pretende tomar al pueblo como rehén y castigarlo por los múltiples complejos, traumas y frustraciones de su tortuosa infancia. 

De ahí que el cargo le haya quedado grande y el erario muy pequeño; que las críticas le produzcan impulsos homicidas y las primas de su esposa incontinencia sexual; que no tengamos servicio de agua potable, recoja de basura, alumbrado público y el pueblo sea un gigantesco bache, mientras él organiza bacanales en su condominio de seis millones y medio de pesos en Aak Bal.  

Pero esos problemas mentales se resuelven en un consultorio psiquiátrico, no en una oficina municipal: se orina en el baño, señor alcalde, no en los jardines del restaurante Chaka´s para presumir su pequeñita e inofensiva impunidad. Mamenáceme cuanto quiera, yo sólo oigo ladridos. Hasta aquí con este payaso, paso a otra cosa. 

El más preocupado por los errores recurrentes del alcalde Arjona Rosado debería ser el diputado federal y aspirante a gobernador Alejandro Moreno Cárdenas. Él fue quien impuso a este animalito en el ayuntamiento champotonero y es en su nombre que se ejecutan todas las abominaciones imaginables. 

No creo que sea positivo para la carrera de Alito que los Arjona lo señalen como capo del narcotráfico, cómplice en el saqueo descarado al erario y por tanto artífice del atraso y la miseria circundantes. Tampoco creo que le convenga que Arjona Rosado anuncie que, cuando Moreno Cárdenas sea gobernador, lo instalará en la Secretaría de Salud porque “ahí está el billete”. A estas alturas un error se paga levantándole la mano a otro candidato.

Es necesario, imprescindible, que Alito venga a poner orden en el caos champotonero en su carácter de única autoridad que Arjona Rosado jura respetar (aquí Fernando Ortega es nada, dice). Ojalá lo haga antes de que sus aspiraciones se vayan al recóndito carajo bajo los auspicios de hectolitros de Buchanan´s Master, drogas, primas y putas, corrupción e irresponsabilidad, vicios que su protegido Arjona Rosado padece señalando a Alito Moreno Cárdenas como su feliz cómplice y patrocinador. 

Besitos. 

Tantán. 


Nota final: para mi velorio tomen el café que quieran, pero el pan debe de ser del Conejo. Es mi última voluntad. 


Entradas populares de este blog

Alito y Pablo: bloqueo, mentiras y textoservidores

Imbecilidad amurallada

Doña Layda: la farsa opositora