La Morsa y el alcoholismo de los seybanos







El documento con el que adorno este artículo es un intento de homicidio contra mi adorada profesora de Español, doña Lilia Góngora, y una afrenta espantosa contra los seybanos. En ambos casos se trata de infamias deplorables, pero la segunda me parece particularmente importante porque refleja la pesadilla que vivimos.  

Para empezar, tengo que entablar una lucha a muerte contra los crímenes ortográficos y sintácticos para ensayar una traducción más o menos coherente de la circular. Ni modo, alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

Según entiendo, el documento, fechado el 16 de abril, informa a los propietarios de “establesimientos”  que el día 19, domingo para acabar de joder, quedaba prohibida la venta de felicidad embotellada (o enlatada) en Seybaplaya. Todo esto sustentado con artículos de Ley, firmado por el Director de Gobernación y con copia para 114 mil “juncionarios”, todos ellos confabulados para asesinar a la profesora Lilia y cagarse en los seybanos.

Además de la Circular, el Director de Gobernación envió a sus perros de presa para intimidar a los dueños de los “establesimientos” con “romperles la madre” si se saltaban las trancas.    

El uso de la Ley en el documento es selectivo y mañoso. Detrás de ella, el ayuntamiento champotonero ocultó el verdadero motivo de esa medida absurda: cuidar la visita de Alito, Raulito Uribe y demás candidatos del PRI. Por supuesto que es aquí donde la hembra porcina dobla su apéndice posterior (la puerca tuerce el rabo).

Partiendo de la creencia de que los seybanos son más que hombres cuando están borrachos y menos que mujeres cuando están sobrios, el alcalde champotonero La Morsa (a) “José Luis Arjona” decidió suspenderle la dosis dominical de chelas para que su padrino y amigo, Alito, no sufriera el descontento del pueblo. 

Según La Morsa, con tres cervezas entre cuajo y cagalar los seybanos romperían la burbuja, se darían cuenta del mundo que habitan y protestarían contra los trágicos gobiernos de Fernando Ortega y Peña Nieto.

En cambio, sobrios permanecerían en estado vegetativo como si estuvieran viendo una novela de Televisa, lamerían la yunta durante el acarreo y recibirían felices su torta y su jugo.

Pedos reclamarían por la incompetencia y el saqueo de La Morsa, por el nepotismo descarado del presidente de la Junta Municipal, Dagoberto; por la mala entraña de doña Wilma y sus compañeros de planilla, todos ellos animales jurásicos ya muy cacheteados.

Pero con la Ley Seca irían dóciles a aplaudir como nunca las promesas de siempre. 

Triste cosa, el alcalde champotonero cree ver en los habitantes de Seyba una réplica de sí mismo, que antes del cargo era un arrastrado y ahora es un perro rabioso; que bueno y sano es un bandido que ha hecho de la corrupción una de las Bellas Artes, pero borracho es un bandido poseído por un chamuco lujurioso que le brinca a todo lo que tenga pulso cardiaco, incluidas las primas de su esposa. El primer problema con esta proyección son los prejuicios de un idiota que socializa sus muy personales debilidades; el segundo problema es que esos prejuicios lo llevaron a medir con distinta vara: sin culpa de por medio, a los seybanos los condenó a la sequía mientras que él, sus compinches y sus putas se han acomodado encima, abajo y de a perrito a la Ley y han vivido un trienio de desenfrenos, dejando en ruinas el municipio.


Por ridículo que suene, para mi alcalde cualquier muestra de inconformidad ciudadana que se le hubiera presentado a Alito, Uribe y demás fauna tóxica el domingo 19 de abril no hubiera sido responsabilidad de los gobiernos nefastos que nos están desintegrando, incluido el de él, sino del alcoholismo de los seybanos. 

El siete de junio habrá Ley Seca. Como todos los campechanos, los seybanos irán sobrios a las urnas a manifestar sus preferencias políticas, pero a diferencia de los demás también les tocará refrendar o repudiar la idea retorcida que La Morsa tiene de ellos. Ojalá haya memoria e impere la dignidad. Si es así, yo festejaré en Seyba hasta que reviente el primer hígado y esta cita no se suspende por lluvia. Es una promesa y no de campaña. 

Besitos.

Tantán.

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