Alito: las promesas del nuevo redentor






Todo nuevo mandatario rompe con el pasado orinando descalificaciones y promesas para marcar su territorio. Es un comportamiento zoológico. De esa forma destruye lo anterior y se convierte en la encarnación de una nueva era, el renacimiento después de la oscuridad. 

Luego, durante los seis años en que portan la primera guayabera, comprobamos que la ruptura fue, en realidad, puro artificio verbal, choros mareadores para encandilar idiotas mientras se preservan los vicios que nos han convertido en un charco pestilente que sólo produce moscos. 

Antonio González Curi inició jurando que construiría la nueva grandeza de Campeche. Seis años después la única grandeza que logró fue la de su cuenta bancaria y la de su hermano, y el magnífico fraude de las maquiladoras, desgracia de efecto prolongado que sigue golpeándonos.

Jorge Carlos habló poco, es un hombre reservado. Pero su administración fue la continuidad de la cleptomanía de los Curi que, en términos de beneficios para Campeche, tuvo la trascendencia de un pedo en un huracán.

Fernando Ortega es el mejor ejemplo, hasta ahora, de la distancia entre llegar como Mesías e irse por la parte posterior del sistema digestivo, seguido por el fracaso y la corrupción. En ese sentido, la plaga bíblica de chikungunya es la analogía perfecta de los solidarios: lo chuparon todo y nos dejan postrados y doloridos.

Me entero hoy que nuestro nuevo salvador ya está marcando su territorio con un torrente de orín rancio. Es el cuento de la esperanza contado por Alito, sonido y furia que nada significan. 

Dice Alito que Campeche tendrá un gobierno con visión de futuro, moderno y responsable. Esto quiere decir que sus antecesores tuvieron visión de pasado, fueron anacrónicos e irresponsables. Muy bien pero: ¿puede Moreno Cárdenas hacer las cosas de distinta forma si es producto de ese anacronismo e irresponsabilidad y hasta el momento no ha hecho más que seguir los rituales PRImitivos? 

Además, afirmó que encabezará un gobierno de contacto directo con la gente. No sé muy bien qué quiso decir con eso y tampoco lo trago. ¿Cómo creerle si el candidato Alito se transportaba en camionetas blindadas rebosantes de guaruras a pesar de que somos la entidad más segura del sistema solar? ¿Son compatibles el baño de pueblo y la paranoia?

Alito dijo que sentará las bases para el desarrollo “sostenido” en beneficio de todos. Lo mismo prometieron los que se fueron y hasta el momento nadie conoce el paradero de las bases sentadas en los últimos 18 años, pero sí sabemos que los beneficios son estos: el 60 por ciento de los liberales y heroicos patriotas no gana para comprar la canasta básica.

Dijo que diseñará estrategias para la prosperidad. La principal estrategia tendría que ser acabar con la corrupción, con las malas mañas que son principio y fin de cada régimen y nos han arruinado. 

Pero la sola mención de esa estrategia, en el caso de Alito, suena a herejía. Él, que nunca ha tenido otro oficio que la política, ¿puede explicar su inmensa riqueza sin el ingrediente de la corrupción? ¿En verdad erradicará la ilegalidad cuando ha sido parte esencial de su modo de vida? ¿Cómo podría luchar contra su propia imagen en el espejo? 

No tiene sentido hacerle caso al redentor de la última hora. Como escribí ahí arribita, sólo está marcando su territorio. La realidad es que nos espera la misma rutina decadente pero en versión turbo y, en caso de alguna rara mutación, ahí estarán sus patrocinadores: exgobernadores, zares mediáticos, constructores, etcétera, los ancestrales arquitectos de la tragedia campechana, para recordarle que no puede orinar fuera de la bacinica.

Nos vemos el jueves.

Besitos.

Tantán.  

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