Alito y la máquina de hacer humo






No saben qué ganas tengo de equivocarme, pero creo que el intento de asesinato de ayer contra el empresario Laureano Ceballos jamás será resuelto. 

Hoy, el gobernalito fue al Congreso a presentar su propuesta para eliminar la Tenencia. Si todo sale como pienso, mañana los medios de comunicación dedicarán sus primeras planas a este “hecho sin precedentes en la historia de la humanidad”, la iniciativa será convertida en milagro institucional y prueba de que avanzamos en grande, y el crimen de ayer será relegado a páginas interiores. Luego lo esfumarán. 

Celebro la desaparición de la Tenencia. Era un impuesto injusto, creado en 1962 para financiar los Juegos Olímpicos del 68 y que sobrevivió hasta nuestros días porque era una forma efectiva de exprimir al mexicano en beneficio de la clase política. Calderón lo eliminó durante su mandato, pero algunos gobiernos locales, como el de Purux, continuó esquilmándonos.

Ahora bien, la derogación de ese impuesto 47 años después de haberse celebrado su razón de ser no es una dádiva, es apenas un acto de recóndita justicia y no debe ser usado para distraer la atención de un hecho que por sus características debe preocuparnos, y mucho. En Campeche es común comentar las derrotas de Los Piratas o la proliferación enloquecida de baches, no sobre dos sicarios en moto acribillando a un cristiano.

Pero Alito ha puesto en marcha la máquina de hacer humo y me temo que jamás sabremos si lo de ayer fue ordenado por el narco o, como me han comentado algunos lectores, un ajuste de cuentas entre la mafia que controla la ordeña de diesel y empresarios que no quieren entrar al juego, o entran y no pagan, “cosa que cualquier lermero sabe”, asegura Gerardo R. De la Gala.

Y lo peor es que el humo de la amnesia va a resultar. En poco tiempo los liberales y heroicos burrócratas olvidarán a los sicarios y las víctimas de ayer con las mismas ganas con las que han olvidado tantas otras aberraciones, y cuando vuelvan a escuchar una noticia similar, se pondrán la palma de la mano en la boca y se preguntarán cómo es posible que estas cosas sucedan en la entidad más segura de Occidente.

Ojalá me equivoque. 

Besitos.

Tantán. 
 

Entradas populares de este blog

Alito y Pablo: bloqueo, mentiras y textoservidores

Imbecilidad amurallada

Doña Layda: la farsa opositora