El perfecto ladrón (parte 1)







Hace tiempo un alcalde champotonero, cuyo nombre mantengo en el anonimato (dios me libre de quemar a Xico), reveló uno de los robos que se practicaban en el sexenio de Fernando Ortega: a Champotón le correspondía el equivalente a 500 mil pesos del combustible que Pemex dona mes a mes al estado. En Sedesore mi alcalde firmaba por esa cantidad pero sólo le entregaban la mitad, 250 mil pesos en vales. El resto se los quedaba el secretario de Desarrollo Social, hoy senador, que cambiaba los papelitos por dinero en efectivo y, como diría un heroico miembro del SNTE: a robar que es gerundio.

Ese esquema cambió con la llegada de Alejandro Moreno al gobierno estatal. Ahora a Champotón le asignan el equivalente a 600 mil pesos mensuales y eso es lo que Sedesore entrega al presidente Raúl Uribe. Esto debería representar un respiro financiero para el municipio, pero no es así. Si bien los puruxes se fueron, en mi pueblo tomó la estafeta un roedor con problemas de obesidad mórbida y analfabetismo crónico que está siguiendo el ejemplo de su papá y de su hermano David. 

Nadie en el ayuntamiento champotonero ha visto un vale de combustible, ni el más feo, en los siete meses de gobierno de Raúl Uribe. La razón: los 600 mil pesos en vales los cambia por efectivo y se los embolsa sin pudor alguno. Pierde la comisión que le cobran por la transa, pero le quedan más de 550 mil pesos mensuales para no comprar libros ni consultar con un nutriólogo.

Por supuesto, el robo de Raulito trae daños colaterales, porque el diesel y la gasolina que requieren los vehículos oficiales se carga en su totalidad al gasto corriente, por eso es que han despedido a tantos empleados y aún así no hay dinero ni para comprar chicles.

No es esta la única aberración de Raulito Uribe, que en cuestiones de estafas tiene pedigrí. A los trabajadores les quita dinero de sus salarios sin causa justificada (segunda parte de esta serie), y también defrauda con el Impuesto sobre el Producto del Trabajo (ISPT), perversión administrativa parecida a la que ejecutaban Cobos Toledo y Miguel Duarte, funcionarios de la Secretaría de Salud el sexenio anterior que hoy están en la cárcel. 

Lo risible es que todos en el ayuntamiento conocen estas malas mañas del alcalde, menos el contralor de la comuna. Peor aún, el contingente de la Contraloría Estatal que estuvo mes y medio olfateando por las oficinas municipales fue incapaz de percibir la podredumbre de Raulito, quizá porque le dieron un dinerito para comprar máscaras antigás o porque, según mis fuentes, en el fraude vía salarios e ISPT está involucrada Vania Kelleher, y esas ya son palabras mayores. 

El asunto es grave. La tragedia champotonera es en buena medida culpa de la corrupción, que está en todos lados y parece indestructible, en parte porque los victimarios no conocen límites ni temen castigo alguno, y en parte porque las víctimas no conocemos ni la valentía ni la dignidad. Tenemos lo que merecemos.  

Besitos.

Tantán. 

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