Resurrecciones

No hace mucho, en un lugar borrado de la memoria de los hombres que deciden dónde ubicar refinerías de Pemex, los pobladores contaban lo siguiente: para el poder de Juan Camilo, el dinero de los Mouriño y la estructura del PAN sólo existe un antídoto: un tal Fernando Ortega. Pero en la tarde de un martes horrible la muerte lo cambió todo. Desde entonces, en el PRI, cualquier candidatura dejó de ser absurda y los que antes sentían cada vez más lejano un posible ungimiento, tomaron nueva vida. Don Carlos Felipe, de la mano de su esclavo nubio “El Cabezón” Rodríguez, se lanzó a recorrer el estado por enésima vez armado con las enseñanzas de sus asesores de imagen, y se le ha visto sonriente, como nunca en sus muchísimos años como servidor público, y como nunca en sus muchísimos años como servidor público saluda de mano, y hasta de beso, a quienes antes miraba con repugnancia. Es el delfín del grupo, dicen los politólogos; es el del fin del grupo, dice la gente común que, se supone, no...