Imbecilidad amurallada
Aquí, las opiniones del respetable, opiniones que son la evidencia de que en Campeche la imbecilidad también está amurallada. Alito es bueno, dicen; Raulito y su primo, malos; y el líder sindical se merecía que lo agarraran de alfiletero, afirman los internautas, o lo suavizan con la sospecha de que a González se lo echaron porque andaba en malos pasos.
Durante mucho tiempo el poder monologó a través de los medios tradicionales: periódicos, revistas, noticieros de radio y televisión. En aquellos tiempos teníamos que tragarnos la verdad oficial, rumiar el descontento y esperar el milagro que diera voz a todos para que la cantaleta del gobierno quedara sepultada bajo la crítica de una sociedad harta y contestataria. Nos equivocamos y feo.
El milagro ocurrió con las redes sociales. Ahora podemos opinar y al gobierno, en teoría, no le queda más que colocarse frente al pelotón de fusilamiento. Pero poco ha cambiado en esta aldea. Las décadas de bombardeo mediático oficialista entrenó a la muchedumbre para tragarse engaños, reproducir prejuicios y tartamudear la verdad del poder en cualquiera de sus presentaciones comerciales.
Qué tragedia. En redes sociales, donde no aplica la censura, los límites a la libertad de pensamiento y expresión los impone la poca sal en la mollera y la infinita estupidez de los usuarios.
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Pregunto: ¿importa que Alito festeje con los viejitos, cargue bebés y se tome fotos? Fernando Ortega se cansó de hacer lo mismo y así nos fue. Y el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, refrito insípido de Peña Nieto y protector e inspiración de Alito, privilegia la frivolidad, la demagogia y el espectáculo mientras sus gobernados siguen sumidos en la pobreza y el atraso.
Mejor que Moreno Cárdenas explique lo que le corresponde como gobernador. Por ejemplo, el por qué de la escalada de violencia en Campeche y qué medidas piensa tomar para contrarrestarla. Por dónde va su cruzada contra la corrupción y por qué protege a los capos del gobierno solidario, que siguen felices e impunes con lo sustraído al erario, lo mismo que sus aliados Arjona, Sleme y otros.
¿Qué tiene mayor relevancia: que Moreno Cárdenas abrace viejitos y bese bebés o que abrace la corrupción y encubra la violencia?
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¿Debería importarnos la hormona desbocada de Raulito Uribe? Me parece que no. Lo que debería importarnos es el por qué influyó en la aprobación de las cuentas públicas de José Luis Arjona cuando él mismo reconoció, en una declaración periodística, que habían irregularidades; por qué se niega a presentar sus propias cuentas y por qué no aclara el pago a sus parientes y a empleados de su papá a través de una nómina oculta.
Más que misericordia por la que soporta el peso y los embates pélvicos de Raulito, deberíamos preguntar cuánto y cómo se ha invertido en el Programa de Bacheo y por qué es un fracaso, y cuáles son las razones administrativas y jurídicas por la que ha despedido a empleados del Ayuntamiento relacionados con otros partidos o con el diputado Pablo Angulo.
Y en el caso del primo, el director de Educación y Cultura, lo que haga de la cintura para abajo no le concierne a nadie más que a él. Pero lo que nos concierne a todos es el parentesco con el alcalde, que debería impedirle ocupar un cargo en esta administración. El nepotismo es un delito, lo otro es alimento para hipócritas.
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En el caso del asesinato de Juan Carlos González, ¿por qué señalar a la víctima y no exigir la captura de los asesinos? ¿Por qué matarlo una, dos, muchas veces más haciendo recaer en González las sospechas porque “andaba en malos pasos”, lo que significa relevar de responsabilidad a sus ejecutores?
En sólo tres meses los delitos en la entidad se incrementaron en un 50 por ciento, caímos al cuarto lugar en Seguridad y alcanzamos seis focos rojos de ocho posibles según el Semáforo Delictivo. El vendaval criminal está creciendo en grande, lo mismo que la parálisis policíaca, y la Fiscalía se ha especializado en achacarlo todo al “caso aislado”, al suicidio y al autorrobo.
En ese contexto, la violencia acabará por devorarnos a todos. Argumentar ahora que el asesinato del líder sindical fue justo porque andaba en malos pasos equivale a afirmar que los campechanos merecemos cada violación, cada robo, cada muerte porque andamos en las mismas, y a justificar el horrible futuro que nos aguarda.
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Asomarse a las redes sociales es constatar que existe una relación perversa entre el poder y sus clientes. El gobierno grita su verdad y el eco que se escucha es el de los usuarios haciendo uso de sus libertades de pensamiento y expresión adiestradas por la censura.
Besitos.
Tantán.