Otra de Xico







Durante el trienio anterior, una de las muchas cajas solidarias que hay en Champotón firmó un convenio con el presidente municipal Raúl Uribe, es esa ocasión representado por Mario Luis García Ortegón, que establecía que esa institución financiera prestaría dinero a los trabajadores a una tasa muy baja, 7 por ciento anual, cantidad que el ayuntamiento descontaría de los pagos quincenales y retribuiría a la financiera.

Todo caminó bien desde la firma hasta la llegada de Xico, que suspendió el convenio sin dar ninguna explicación. Preocupados, los miembros de la directiva de la caja solidaria pidieron audiencia y fueron recibidos, no por Xico, que no atiende a nadie, sino por el cuñado de Xico, Victoriano, que como escribí en alguna otra ocasión, tiene la particularidad de transformarse en el Diabólico Triángulo de las Bermudas si un peso merodea cerca de su espacio vital.

Llegaron los de la solidaria, Victoriano los recibió y aquellos plantearon su preocupación, o más bien lo intentaron, pero el tesorero los interrumpió de fea forma porque no tiene tiempo que perder y les preguntó de cuánto iba el arreglo, frotándose las yemas de los dedos. Los solidarios argumentaron que era un convenio ya firmado y que el interés era muy bajo como para, además, pagar mochadas, pero Victoriano tuvo la última palabra: “El negocio no puede ser nada más de ustedes, amor es compartir, y ahora un 3.5 por ciento de lo cobrado será para su caja y el resto para nosotros (supongo que Xico y él, mi querido Watson), y si no aceptan pues no les pagó un solo peso y háganle como quieran”.

Desde ese día los préstamos están suspendidos.

Crecer para que la gente gane.

Por cierto, ¿Qué dicen los regidores de todo esto? Nada, ellos están ocupados en la organización de la feria de diciembre y del carnaval del próximo año, que allá está el billete. Todos juntos a la de tres: uno, dos, tres: ¡Crecer para que la gente gane!



Entradas populares de este blog

Alito y Pablo: bloqueo, mentiras y textoservidores

Imbecilidad amurallada

Doña Layda: la farsa opositora