Frúnzanlo, viene el drenaje
Normal. Como
bien sabemos, para permanecer y ascender en la burocracia local es necesario
chupar muchos sabañones (para mayores informes, llamar a Raúl Pozos).
Anuncian el drenaje
y los periodistas del régimen se esfuerzan en dejar en claro que lo suyo es
servir como cajas de resonancia. Mejor que funcionar como fe de erratas del
gobierno es legitimar a las ratas.
Normal: el
chayo, dice Zapata, es de quien lo trabaja.
Anuncian el
drenaje y surgen, como sapos después de la lluvia, los usuarios en redes
sociales que tachan a los campechanos de gatos de Angora: si les construyen el
drenaje, mal; si no, también.
Normal. En
muchos casos, una cuenta Tuiter o Facebook no opera como blindaje contra la
estupidez.
La discusión,
queridos liberales y heroicos burócratas, no es acerca de la necesidad o no del
drenaje, sino sobre qué clase de drenaje van a recetarnos. Y en esta obra hay
varios elementos a considerar.
Para comenzar,
el titular de Obras Públicas del Estado es el arquitecto González Curi, y con
eso debe bastar para que, ante la lógica de que la construcción del drenaje
quedará bajo su supervisión, todos, a la voz de tres, apretemos el asterisco.
La fortuna inmensa
del arquitecto González Curi es directamente proporcional a la tragedia urbana
de Campeche. Primero, como alcalde de la capital, se encargó de reconstruir las
vialidades que ya existían, y abrir otras, con una emulsión de frijol aguado de
su propia inspiración que se disuelve hasta con un escupitajo. 20 años después,
los baches tienen calles y no al revés.
Luego, con la
llegada de su hermano Antonio al gobierno del Estado en 1997, el arquitecto usó
su famosa emulsión en todos lados, y en eso anda hasta el día de hoy, 16 años
después. El resultado: en Campeche los vehículos con sistema de amortiguación
intacto son, como la Atlántida y los extraterrestres, temas para programas de
lo insólito.
Una de las
ultimas hazañas del arquitecto fue la reconstrucción de una parte del malecón
de Champotón. La obra demoró más de lo previsto y, una vez terminada, entró en
estado de vertiginosa descomposición. Tanto que cuando Fernando quiso
presumirla en su Cuarto Informe, ya olía a podrido.
Y si Obras
Públicas en manos del arquitecto Curi es como la iglesia en manos de Maciel, de
encima tenemos que cuidarnos de otros dos actores igualmente perniciosos: el
secretario de Gobierno, Roberto Sarmiento, y la Cámara Mexicana de la Industria
de la Construcción (CMIC) Campeche; algo así como el Clan Trevi-Andrade.
Bajo el control
absoluto de Sarmiento y administrada por el arquitecto Curi para favorecer las
muchas empresas constructoras que padrotea a través de prestanombres (luego
viene la repartición de utilidades), la CMIC funciona como un organismo empresarial
de membrete cuya participación en esta comedia es bastante obvia: facilitar el
fraude.
Y para abrochar
con cierre de oro, el último crédito en esta puesta en escena es para el pueblo
de los liberales y heroicos patriotas, que ha hecho de la sumisión al poder una
de las bellas artes.
Acostumbrados a
comer huevo sin que les quemen el pico, los mismos que han destrozado Campeche
para enriquecerse harán con el drenaje lo que saben: una obra de pésima calidad
a un costo insultante. Todo para que los campechanos festejemos como sólo
nosotros sabemos hacerlo: con un silencio sin cuarteaduras.
Como siempre,
cuando se vaya Fernando habrá tiempo de susurrar nuestro descontento. Por ahora
nos toca fruncirlo que ahí viene el drenaje y tantán.
Besitos.