Frankenstein contra Frankenstein

De inmediato vinieron las refutaciones. Las que me interesa comentar son aquellas que lo acusaron de malagradecido por acribillar a la camarilla que lo metió a la política, donde tan bien le ha ido. Si fue Antonio González Curi quien lo hizo, ¿por qué ahora lo traiciona?, preguntó alguien.
Vayamos por partes. Si, como han planteado algunos de sus detractores, Alito está mordiendo la mano del que alguna vez fue su mecenas, se trata solamente de una puñalada trapera más de las muchas que se han dado, se dan y se darán en los siglos venideros los políticos de todas las latitudes (en ese mundo, traicionar es cuestión de seguir prendido a la ubre o morir de inanición), y en este caso, además, es una puñalada merecida.
Hagamos historia. El primero que dio oportunidad en la administración pública a don Antonio González Curi fue don Abelardo Carrillo Zavala. Y así le fue. Años después de aquella tendida de mano, siendo ya gobernador, don Antonio devolvió el favor a don Abelardo y no desaprovechó oportunidad para zarandearlo en público, en privado y quizá hasta en la soledad de sus obras menores.
Fue de la mano de don Antonio que Alito Moreno inició su vertiginosa y sorprendente carrera en la política, y 14 años después, dueño ya de unos espolones bien ganados en ese palenque, agradece el favor y le advierte a este grupo gobernante cifrado por el apellido González Curi que es tiempo de disfrutar en actividades menos ingratas que la política la inmensa fortuna que han construido. Como don Antonio en su momento, Alito está cumpliendo con su parte de la ceremonia y lo está haciendo como manda el librito: sin escrúpulo alguno.
En conclusión, no hay de qué espantarse. En política cada aprendiz de brujo elabora al Frankenstein que lo aniquilará, o como diría don Antonio González Curi: “El que a Lalo mata, a Alito muere”.