Maquiavelismo Rural




Veloces cual trámite burocrático, certeros cual periodista campechano, los auditores descubrieron desvíos de dinero en la administración municipal panista que terminó con Betty Baches y comenzó, llena de esperanza, con un dizque hijo del pueblo: Carlos Ruelas.

Betty, según dicen, esfumó cerca de 19 millones de pesos; Ruelas, por su parte, alcanzó los 26 millones aunque hay razones para pensar que en “la maleta de lana” llevaba mucho más que eso. En total, algo así como 50 papeles de los grandes.

Entusiasmados con la noticia, la prensa ha tirado hasta voladores. La conclusión de la Auditoría, nos dicen, comprueba que tenían razón: los azules son unos filibusteros del erario, emisarios del desorden, hijastros de la CNTE y espías de Obama. Y muchos liberales y heroicos patriotas, en uso de su muy poca sal en la mollera, retoman lo dicho en los medios y se enardecen por la corrupción en la administración panista (la actual, priista, sobrevive en olor de santidad).

Siento, en verdad, no compartir la alegría de los medios ni el rencor de los vástagos del Cristo Negro, pero creo que todo este circo tiene fines meramente propagandísticos y, además, representa el capítulo final de una historia repetida infinidad de veces, esa que comienza con el robo descarado de los funcionarios públicos (de todo nivel) y acaba en la más abominable impunidad.

La prueba de la naturaleza propagandística de esta información es que, hasta el momento, los auditores que descubrieron los desvíos en la comuna campechana nada han dicho de otros desfalcos igual de evidentes, como el de Xico en Champotón o el de doña Chely en Carmen quien, por ejemplo, nunca justificó buena parte de los 200 millones de pesos que pidió prestados en 2011 y que le fueron aprobados por “mayoriteo” priista en el Congreso.

En realidad, el propósito chafa de esta campaña es hacernos creer que los azules son malos, malísimos, rudos, rudísimos cuando se ha demostrado que, sin importar siglas o colores, todos los políticos son unos delincuentes.

Lo peor es que en el intento de desnudar a los panistas, el gobierno del estado se metió en un lío magistral. Por principio de cuentas, en el improbable caso de que Ruelas y Betty sean castigados pero Chely, Xico y demás no, la conclusión será que en Campeche la Justicia no es ciega, sino dirigida y rete solidaria. De ahí al caos.

Y si los ex alcaldes son exonerados, la lectura será que el régimen de Fernando Ortega les concedió impunidad y, por tanto, es cómplice del robo difundido incansablemente en los medios.

No sería raro que este alboroto fuese armado para desviar la atención de temas muy peligrosos, como la podredumbre que envuelve la construcción del Megadrenaje, ciertos excesos sexuales y el enriquecimiento brutal de funcionarios solidarios. De ser así, estaríamos ante otra genialidad de los maquiavelitos rurales, porque el drama Ruelas-Betty no sólo no ha funcionado como distractor sino que, cualquiera que sea el desenlace, se sumará a la muy larga lista de desatinos de este gobierno de ocurrencias y malas mañas, una raya más al tigre (cucado) que no venía al caso: digo, para qué tanto brinco estando la transa tan pareja.

Megabesitos.




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