El cuerpo semi calcinado de Laura Gabriela Yáñez mostraba señales de golpes, tortura y violación. Eso decía el informe que llegó a las oficinas de la Fiscalía en Ciudad del Carmen el 13 de noviembre de 2015. Días después, el 19, el Fiscal de este rancho, Juan Manuel Herrera, cambió la versión, que quedó de esta forma: Laura Gabriela fue al cementerio de Isla Aguada cargando un bidón de gasolina, cavó la fosa, se desnudó, se madreó, cometió todo tipo de aberraciones sexuales consigo misma, se acomodó en el hueco, se bañó de combustible y se prendió fuego. Caso cerrado. Con un Fiscal como el nuestro, que todo lo resuelve a partir del suicidio y el autorrobo, es una consecuencia lógica la espiral de violencia e impunidad que agobia al Estado. Pongo dos ejemplos: sólo en enero de este año la tasa de homicidios aumentó en 333 % con respecto a todo el 2015 (pueden checarlo aquí ), y después de haber sido la segunda entidad más segura, en diciembre del año pasado llegamos al